Un Hugo Silva taciturno y desorientado junto a una Inma Cuesta transformada en barmaid forman el cóctel perfecto en el debut teatral de Daniel Sánchez Arévalo. La bebida “Hanky Panky” se presenta como punto de inflexión en la vida del personaje de Hugo, que hace 30 años que tiene el don de viajar en el tiempo.
¿Su objetivo? Alcanzar el aquí y el ahora en el que vio por última vez a su novia, por supuesto, tomando un “Hanky Panky”. Ese día y en ese momento comenzó a viajar en el tiempo… y, en uno de esos viajes, conoce al personaje de Inma Cuesta. Ese es el aquí y el ahora de la microobra, inspirada en la primera y más famosa barmaid de todos los tiempos, Ada Coleman.
Sánchez Arévalo juega con los espacios para suplir los efectos de flashback del cine y sumergirnos del mismo modo en la trama del viaje constante, hacia atrás y hacia delante en el tiempo.
Y en medio de todo esto, en una escenografía sencilla pero excelente recreadora del ambiente de los pubs de coctelería, aparece la actriz Melania Deocal, ganadora del concurso para formar parte del reparto. Aportó dinamismo y constantes toques de humor a unas escenas que, quizá por contar hasta entonces sólo con dos personajes, hubieran acabado siendo monótonas sin su perfecta interrupción.
Veinte minutos le fueron suficientes a “Hanky Panky” para alcanzar el enredo que otras alcanzan en noventa. La casualidad y la causalidad aportan ritmo a un guión frenético y adaptado a las previsibles risas del público. Inma Cuesta vuelve a conseguirlo, una actuación breve pero intensa, comedida pero profunda a la vez y esa sonrisa de talento eterno.
El microteatro se rinde a la imaginación del director, que ha sabido adaptarse al formato y manejar a los actores trasladándonos un conflicto que sufrimos todos: los cambios y el anhelo de vivir historias que dejamos inconclusas.
